Los espacios teatrales son espacios humanos

Los espacios teatrales son espacios humanos, donde se aprende que el arte de dar es el arte.
Escribir de teatro, entonces, es escribir sobre la belleza humana, la belleza de equivocarnos, la belleza de ser imperfectos, la belleza de un monstruo que se resiste profundamente a entregarse a sí mismo, que crea una fortaleza irreal, ñoña y absurda porque sencillamente ha olvidado que el juego consiste en jugar un rol desde la sencillez de quien es. No hay nada que nos pueda sorprender más en un escenario que tocar nuestra humanidad sencilla y ofrecer lo mejor de ella.

Si viviéramos el proceso creativo con sencillez, fuese el que fuese, no atacaríamos ni mataríamos a nadie. El juicio quedaría atrapado sobre sí mismo sin efecto ni resonancia y el aprecio por el otro creador quedaría intacto. No lo anularíamos, no lo empequeñeceríamos, no me perdería empequeñeciéndome yo también.
Comprenderíamos que nuestros dones no son exclusivos de nada, que el teatro no es exclusivo de nada. Es sólo para irradiar servicio. Un camino de servicio. Un camino de vida.

La sencillez es un recorrido paciente hacia el uno mismo que nos inspira para desarmar nuestro personaje -hablo del personaje que arrastramos cada día en nuestra vida, ese que quiere pasar inadvertido o llamar la atención-. En ambos casos, es el mismo miedo disfrazado de oveja o de león. ¡Imagínate entonces el poder del miedo! Cuánta forma atrapada en su propio cliché.

Es difícil creer y sobre todo sostener que quien yo soy no depende del tiempo, del comentario ni de una buena o mala función. No depende de nada del exterior. Lo único que pasa es que nuestro ego quiere que otro ego le rinda culto. Desde aquí el juego pierde esencia, se transforma en tramposo y pierde el sentido. Toda nuestra investigación teatral se tiñe de importancia personal y pierde el sentido espiritual, la conexión con el verdadero toque, porque el corazón es el que plasma poesía y trascendencia.

La creación es permanente. Viene del espíritu. La confianza vive en el espíritu. Un verdadero enamorado se queda sin defensas, desarma el personaje y asume su libertad.

Así un verdadero ser humano-actor desarma su personaje creado desde la importancia personal, desde la forma, para dar paso a la persona-personaje al servicio de la historia, al servicio de su propia humanidad. Siempre vuelve a ser página en blanco, porque no es lo que habla, es lo que sucede con lo que habla, como con lo no verbal. Genera un estado para que ese estado genere una emoción y esa emoción canalice la comprensión de lo que se hace en escena. Queda al descubierto la necesidad profunda de un entrenamiento espiritual.

Permítete elevarte en el escenario. Ama tu sombra. No es un juego de poder de quién es el mejor actor. Es la comprensión profunda desde un corazón. Todos cumplimos un rol en el juego del escenario. Asume el tuyo. No es mecánico. Es a pala y escoba.

Compartir, no obtener.

(Publicado originalmente en la revista “ahoraYoga” nº 4)

 

 

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